sexta-feira, 27 de novembro de 2015

EL VENTANO - 27 DE NOVEMBRO DE 2015

La ‘pereza selectiva’: el rechazo a argumentos propios en boca ajena

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Somos cabezotas. Y a veces nos gusta ir contracorriente, llevar la contraria, por el mero placer que ello nos reporta. Y aunque nos encanta pensar que vamos por la vida de congruentes, lo cierto es que a menudo caemos en las garras de los sesgos cognitivos. Un estudio realizado recientemente en la Lund University demostró que la mayoría de las personas rechazaría sus propios argumentos el 60% de las veces si estos son presentados por otro individuo.
El estudio en cuestión hace referencia a un fenómeno conocido en el ámbito de la Psicología como ‘pereza selectiva’. Este término se refiere a que tenemos la tendencia a evaluar de manera exhaustiva solo los argumentos que provienen de otras personas, sobre todo cuando ya hemos estado en desacuerdo con ellas en el pasado.
Para demostrar este fenómeno, los investigadores reclutaron a una serie de personas, las cuales tenían la tarea de resolver algunos problemas de lógica, en forma de silogismos. Luego, tenían que escribir argumentos que apoyaran sus respuestas.
A continuación, los participantes debían leer una serie de respuestas para esos mismos problemas, junto a diferentes argumentos que las apoyaban. Se les dijo que otros participantes habían dado esas respuestas antes que ellos, y que su misión era decidir si esos argumentos eran válidos o no. El truco consistía en que algunos de los argumentos mostrados en realidad eran respuestas que habían dado las propias personas.
Curiosamente, el 60% de las veces los participantes rechazaron sus propios argumentos, e indicaron que eran erróneos. Este fenómeno se acrecentaba aún más cuando habían detectado argumentos erróneos con anterioridad en el cuestionario que había rellenado ese supuesto participante.
Así, se pudo apreciar que somos particularmente críticos con nuestros propios argumentos cuando los presenta otra persona y, si hemos disentido con ella en el pasado, seremos aún más propensos a rechazar sus ideas, aunque coincidan con las nuestras. Esto significa que nuestra capacidad para aceptar un argumento depende, en gran medida, de su proveniencia.
Lo que sucede es que cuando buscamos argumentos para apoyar nuestras ideas, nos dejamos llevar por la pereza selectiva, no evaluamos los pros y los contras de esa idea sino que recurrimos más bien a respuestas intuitivas. En resumen, no nos convertimos en jueces de nuestro razonamiento. Sin embargo, somos jueces severos del razonamiento de los demás, lo que también puede dar pie al debate y enriquecer la conversación.

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