Pedro Sánchez fía su supervivencia política a un acuerdo con Podemos, y todos los dirigentes consultados consideran que persigue “un imposible”. Sánchez busca un milagro, y la política siempre fue el arte de lo posible. La vieja y la nueva (Lucía Méndez)
Pablo Iglesias dio a luz a Podemos hace ahora dos años para ocupar el espacio de IU y captar el voto indignado. Pero antes de que su criatura cumpliera seis meses, ya dejó por escrito que aspiraba a quedarse con los votos de los socialistas desencantados con el papel de la socialdemocracia en esta crisis. El combate PSOE-Podemos por el control de la hegemonía de la izquierda ha marcado los dos últimos años de la política española. Y ahí sigue. Podemos quiere ser el PSOE y el PSOE intenta defender su posición como buenamente puede.
El nacimiento -y crecimiento electoral- de un partido que le disputa su espacio es el verdadero reto al que se enfrenta el PSOE, tal como atestiguan los socialistas que ven más allá de las divisiones internas.
La tensión ha subido de temperatura después de que el 20-D, el PSOE cayera hasta el 22% y se quedara a sólo 300.000 votos de Podemos. Durante cuarenta días y cuarenta noches -como dijo ayer Fernández Vara- el PSOE ha protagonizado un auténtico culebrón.
Las crónicas políticas y los comentarios de los socialistas vienen plagadas de términos dramáticos y de sentencias luctuosas. «Pedro se está suicidando». «Susana quiere matar a Pedro». «Podemos quiere apuñalar al PSOE». «Nos estamos desangrando». «Nos movemos entre dos fuegos que buscan destruir al PSOE: el PP y Podemos».
Con este tono épico han respondido los socialistas también a la oferta de Podemos para un Gobierno de coalición. «La irrupción de Pablo Iglesias ha abierto los ojos a mucha gente. Su golpe de efecto después de entrevistarse con el Rey ha provocado una gran indignación en el partido. Es un acto de filibusterismo institucional sólo comparable al de Mariano Rajoy rechazando la oferta de investidura. Iglesias quebrantó la buena fe de todos», aseguran fuentes del PSOE. «Hay una exigencia generalizada en pedir que se respete al PSOE y que el PSOE se respete a sí mismo». Numerosos socialistas han defendido con sentida literatura el honor herido del partido.
Todos los dirigentes consultados afirman que el objetivo de Podemos al escenificar su oferta era dificultar el entendimiento. «En estas circunstancias, apoyarnos en Podemos significa morir», resume un dirigente. No hay unanimidad, sin embargo, en el PSOE a propósito de cuál es la mejor fórmula para relacionarse con Iglesias. Susana abandera la tesis de que con Podemos no se puede ir a ninguna parte. Los fans de la presidenta andaluza creen que ella es la única que puede frenar a Pablo Iglesias y por ello apuestan por un cambio de cartel si se repiten las elecciones.
Mientras, Pedro Sánchez y otros barones regionales creen que el PSOE debe entenderse con el nuevo partido, como única forma de recuperar los votos perdidos a medio y largo plazo. «Podemos no se va a evaporar de la noche a la mañana. Y es mejor incorporarles definitivamente al sistema dándoles responsabilidades de Gobierno para que la gente compruebe sus capacidades que mandarles al gallinero como si aún fueran un partido antisistema. En las comunidades y ayuntamientos ya estamos colaborando con ellos», sostiene un dirigente de la periferia. La irrupción de Felipe González en el debate y la resurrección de los viejos rockeros socialistas que pasean por radios y televisiones, entre los aplausos del PP, tiene como objetivo dificultar el pacto con Podemos.
Descartada la posibilidad de que el PSOE favorezca la continuidad de Mariano Rajoy, Pedro Sánchez fía su supervivencia política a un acuerdo con Podemos, que sólo sería el primer paso, ya que también tiene que lograr el apoyo del PNV y la abstención de Democracia y Libertad y ERC. Todos los dirigentes consultados consideran que Sánchez persigue «un imposible».
Incluso los socialistas que no albergan ningún sentimiento de antipatía hacia su secretario general opinan que desde el 20-D ha cometido muchas equivocaciones. La primera, la misma noche electoral sacando pecho de los peores resultados del partido en su historia. Pero el error principal, resume un buen conocedor del PSOE, «ha sido no exponer desde el primer momento cuál era el proyecto socialista para negociar en un escenario muy complicado por el resultado electoral. Tenía que haber dejado claro cuál era nuestro espacio para el pacto, un espacio que ahora hemos perdido». La impresión generalizada es que Sánchez está más ocupado en sobrevivir a las puñaladas de sus compañeros de partido que en planificar una estrategia política coherente.
Así resumen la situación voces autorizadas. «La expectativa del Gobierno de progreso se ha creado porque hemos visto que Rajoy no puede seguir. Pero es una ficción. No se puede gobernar con 90 escaños. El entendimiento con Ciudadanos es inútil porque no sumamos. Y la posibilidad de negociar a la vez con Podemos y Ciudadanos es una quimera, porque ambos son incompatibles». La última jugada táctica de Sánchez contra sus adversarios internos ha sido anunciar que consultará a las bases del PSOE un posible acuerdo de Gobierno. Se trata de una maniobra que le ata de pies y manos en una negociación con otros partidos políticos. La equiparación con la consulta de los socialdemócratas alemanes no resulta adecuada, ya que el SPD negoció el apoyo al Gobierno de Merkel, no un pacto para que su líder fuera el canciller.
En opinión de quienes saben lo que es negociar con otros partidos desde el Gobierno, la consulta a las bases «es un tiro en el pie», ya que «le ata las manos en la negociación con sus interlocutores. Su liderazgo se debilita porque sus posibles socios le van a exigir condiciones leoninas con letra pequeña y además no podrá ir a la investidura sin consultar a las bases en el caso de que pueda llegar a un acuerdo». En resumen, Sánchez -que ni siquiera tiene la mayoría del Comité Federal del PSOE- busca un milagro y la política siempre fue el arte de lo posible. La vieja y la nueva.