Alborotos en el ‘gallinero’
El gallinero se ha asociado siempre con los ‘plebeyos’, con el ‘populacho’… Solo falta que esos espacios del ‘Gallinero’ que son todavía minoría se vayan expandiendo por el Congreso, hasta tomarlo mayoritariamente (Pedro Antonio Honrubia)
La desesperación que comienzan a mostrar las fuerzas del régimen con la nueva situación política que nació tras los resultados de las pasadas elecciones generales del 20D es buena señal de que aquellos que se propusieron, en un momento dado, “asaltar los cielos”, no lo están haciendo mal de todo. Cuando el nerviosismo de quien no acepta la nueva realidad pasa a convertirse en movimientos absurdos para tratar de tapar el sol con un dedo, en pataletas infantiles que generan más risas que escándalo y en ataques sinsentido que acaban resultando, para los atacados, más cómicos que dañinos, se puede decir que estás haciendo daño, mucho daño.
Y no porque quienes así actúan teman que el famoso “asalto a los cielos” esté próximo, sino porque el simple hecho de que la tierra se mueva bajo sus pies, que puedan empezar a perder solo una pequeña parte de sus privilegios, los aterroriza y los sitúa en un escenario al que jamás hubieran deseado enfrentarse. Carcomidos por la corrupción, secuestrados por la troika y el Ibex 35, los partidos del régimen, viejos y nuevos, andan locos con Podemos.
Mandar al ‘Gallinero’ del Congreso a más 5 millones de votos que, se supone, representan a los intereses de la gente “común”, de los “de abajo”, no debería, no obstante, ser motivo de escándalo para Podemos. Al revés. Si “izquierda” y “derecha” son, como gustan de recordar sus líderes con frecuencia, metáforas que vienen del reparto de los espacios en la Asamblea republicana Francesa en tiempos de la revolución, no puede existir mejor metáfora para ejemplificar eso de “los de arriba contra los de abajo” que tanto gusta a tales líderes e ideólogos de Podemos.
El gallinero, como es bien sabido, se ha asociado siempre con “los de abajo”, con el “pueblo”, con los “plebeyos”, con el “populacho”. Si izquierda y derecha ya no explican la realidad política del momento y aquello de los de “arriba contra los de abajo”, “el pueblo contra la casta” o “partidos del cambio vs fuerzas del régimen” sirve para entender mejor el tiempo presente, la metáfora parlamentaria que, a la medida de aquella histórica francesa, les han brindado las fuerzas del régimen, no puede ser mejor. A un lado, en el gallinero, el pueblo, al otro, en el resto de espacios “centrales” que se han dado a sí mismos los que controlan la mesa del Congreso, el inmovilismo, la casta, el régimen, lo defensores de los intereses de las oligarquías.
Deberían agradecerle el gesto y no criticarlo, por coherencia. Ahora solo falta, claro está, que esos espacios del ‘Gallinero’ que son todavía minoría se vayan expandiendo por ese Congreso, hasta llegar a tomarlo mayoritariamente y convertirlo en una verdadera “casa del pueblo” y representante de los intereses de las mayorías sociales, en lugar de ser la cámara de representación de los intereses de las élites que hasta el momento ha sido y sigue siendo. La metáfora sirve: el pueblo avanza posiciones.
Y es que bien sabemos que los ‘amos del cortijo’ no soportan ni soportarán nunca que los “jornaleros y jornaleras” se les revuelvan en sus propias tierras. Tienen a sus manijeros y a sus escopeteros para hacerles frente. Usarán cualquier medio a su alcance para impedir que el “orden de las cosas” cambie siquiera una “mijita”, y no repararán en gastos y medios para conseguirlo.
Seguramente ahora a muchos les pueda parecer estúpido. Pero tal vez esa sea la diferencia entre ellos y los dirigentes actuales de Podemos: que mientras ellos piensan en lo inmediato, los dirigentes y estrategas de Podemos ya están pensando en tres o cuatro pasos por delante, incluso aunque tales pasos nunca llegaran a darse. Quieren ser Gobierno del Estado, nacieron para ser Gobierno del Estado, e independientemente de si lo consiguen o no alguna vez, piensan y actúan como si fueran a hacerlo, por si, de verdad, alguna vez logran hacerlo. Y el “adversario”, que aunque nervioso tampoco es tonto, se da cuenta. De ahí los nervios y de ahí los pelos como escarpias. Primero se rieron de ellos, luego los despreciaron y ahora ya empiezan a temerlos de verdad.
¡Joder, que el gallinero se revuelve! Y ya no solo alborota, ahora también quiere tomar el teatro. Y, lo peor, ¡van camino de conseguirlo! Al menos, queda claro, van a intentarlo y saben cómo hacerlo. Normal que los que siempre han estado en los palcos y las primeras filas tengan miedo. No vaya a ser que los del gallinero les acaben robando el asiento.
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