Y el día de la Constitución, Pablo Iglesias se puso la corbata (roja) para la gente
Con ese gesto dejó claro que lo importante para él no es la Constitución, sino la gente a la que une, el papel puesto al servicio del pueblo… Y habló de la retórica de la ilusión frente al monaje del marketing (David Torres)
Y así fue como apareció en el Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes, con una corbata roja marxista anudada al cuello que descolocó al tendido y lo dejó rociado de murmullos. A la hora de salir a la palestra, Pablo explicó que no se la había puesto por la mañana, para celebrar el Día de la Constitución, pero sí por la tarde:
“Con vosotros sí, todo el respeto de la corbata, compañeros y compañeras”.
“Con vosotros sí, todo el respeto de la corbata, compañeros y compañeras”.
Con ese gesto dejó claro que lo importante para él no es la Constitución sino la gente a la que une, el papel puesto al servicio del pueblo. Un asunto que fue el leit-motiv de los discursos celebrados simultáneamente en cinco ciudades distintas (Las Palmas, Santiago, Barcelona, Valencia y Madrid) y que confluyeron en la gran pantalla alzada en el escenario del teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes. Las leyes al servicio de las personas en lugar de viceversa. De ese modo, Pablo se salía de la definición de político que una vez dio en verso e. e cummings: “un político es un culo con el que todos se sientan salvo un hombre”.
El adorno de la corbata no fue la única novedad en el arriesgado formato de mitin televisivo que copó el teatro hasta la bandera. La elegante maestra de ceremonias, Rosana Pastor, número cuatro de Compromís-Podemos por Valencia, anunció que esa noche hablarían “cuatro mujeres y un hombre” en un desliz aritmético que luego se corrigió por sí solo, puesto que ella también habló lo suyo (un breve y encendido discurso sobre la violencia de género) y puesto que Pablo Iglesias, entre la coleta y la corbata, hace tiempo que ha transcendido los géneros. Esa mayoría femenina en el uso de la palabra (Vicky Rossell desde las Palmas, Ada Colau desde Cataluña, Mónica Oltra desde Valencia y Rosana Pastor en Madrid) tal vez venía a intentar paliar el irrefrenable machismo que algunas, no sin razón, han achacado a la formación morada. Se ve que sí, que la gente de Podemos lee lo que dicen de ella y eso no es necesariamente malo.
Con sus círculos, sus asambleas y sus alianzas, Podemos es fundamentalmente un banco de peces, un reflejo de esa España invertebrada cuya representación, hirviente de jóvenes y viejos, de mujeres y hombres, abarrotaba las butacas. La diversidad fue también la tonalidad general de unos discursos que incidían en la naturaleza plural de este “país de países”, sus lenguas, sus naciones, sus costumbres y sus gentes. Un país que un día, el 15-M, decidió que estaba harto y salió a la calle y tomó las plazas en una protesta pacífica de la que finalmente ha surgido un partido político. Puede que sean novatos pero lo que le falta de aparato, de jerarquía y de formación monolítica le sobra de espontaneidad, de entusiasmo y de ciudadanía.
Salvo Pastor, que iba dando paso a cada acto, ninguno de los oradores apareció solo sino rodeado, flanqueado y acompañado de sus colaboradores. Vicky Rossell desmenuzó el pantano de la justicia española, Ada Colau recordó que en la Constitución no hay derechos de primera y derechos de segunda y Mónica Oltra hizo una autopsia tan vívida de la corrupción valenciana que la putrefacción del Gürtel llegó a inundar por un momento el teatro. Los problemas que enumeraban, y sus posibles soluciones, son tan evidentes que da hasta vergüenza señalarlos. Por ejemplo, la sempiterna cantinela del cuñado que dice que no hay dinero para los dependientes o para financiar una renta básica, pero sí, por ejemplo, para hacer aeropuertos peatonales.
Beiras saludó en un gallego hipotético donde se le entendía casi todo pero se pasó en seguida, como sus compadres catalanes y valencianos, a “la lengua franca” castellana. Fue el castellano el que le ayudó a realizar una falsa etimología del “regimén borbónico, más bien bubónico, como la peste”. Cuando Xavier Domènech tomó el testigo de Ada Colau y empezaba a subrayar la injusticia de esos millones de familias sitiadas por el corte energético, la pantalla se apagó de golpe como si la compañía le hubiese cortado la luz. A lo mejor fue el comienzo de la famosa desconexión catalana.
Al final Pablo subió al estrado entre aplausos -escoltado por una plana mayor en donde destacaban Tania Sánchez, el general Julio Rodríguez y Errejón D2- y sacó a relucir la retórica de la ilusión frente al montaje del marketing político. “Remontada” gritó. “Podemos”, volvió a gritar y la coleta se le desbocó sobre un hombro mientras el público lo coreaba, entregado, rendido y convencido de que, puesto que sus adversarios se habían quedado en camisa, ya iba siendo hora de que el 15-M se pusiera corbata.
David Torres