Podemos al PSOE: entre el gobierno a la portuguesa y el ‘sorpasso’ a la griega
Pablo Iglesias es el único líder que hoy puede tirarse del escenario y ser recogido por su público sin importar cuánto pese. El único que puede proponer un pacto, desde una posición inferior, mientras anuncia ministros, inventa carteras, trata con condescendencia al otro y lo lleva a collejitas a La Moncloa (Manuel Jabois)
Antes de las elecciones, Fernando Vallespín le dice a Pablo Iglesias que el objetivo “fundamental” de Podemos parece ser no tanto ganar las elecciones como el “sorpasso al PSOE, que consigáis pasokizarlo”. Iglesias no se inmuta: “Nosotros llegamos a hablar de sorpassokización”. Es una entrevista publicada por la revista italiana de filosofía y política MicroMega. La recoge Akal en un libro reciente, Una nueva transición (2015), de Pablo Iglesias.
La charla entre Vallespín y el líder de Podemos sigue. La clave, dice Iglesias, es “superar o no al Partido Socialista”. “De que superemos al PSOE depende que se cumpla el objetivo de Podemos, o que Podemos se quede como una cosa muy interesante, una cosa muy poderosa”. Más adelante el entrevistador propone: si Podemos es tercera fuerza, ¿pactaría con el PSOE como ha ocurrido en las autonomías? “Nos mataría”, contesta Iglesias. “Un Podemos con la fuerza suficiente como para exigirle al PSOE dos ministerios importantes y entrar en el Gobierno podría ser algo que nos diese experiencia, pero nos destruiría electoralmente. Igual que para el PSOE entrar en un gobierno con nosotros sería terrible”.
Hay algo de diagnóstico en la conversación. No es una promesa electoral de la que se asuma, con naturalidad, su incumplimiento; el escándalo a estas alturas sería que un líder se pusiese a cumplir las cosas que dice: motivo más que suficiente para no volver a confiar en él. En la entrevista Iglesias no promete: advierte de las consecuencias de una coalición de izquierda.
Su propuesta de Gobierno fue celebrada este viernes a la manera pop: otro movimiento genial de Podemos. Son temerarios y obligan a retratarse a los demás con estrategias que chocan contra sus principios (y los traspasan). Podemos puede actuar así. Hace falta ser algo más que un partido: hay que ser una banda de rock. Sólo el capricho de una estrella política puede liderar el proyecto más asambleario y democrático de la historia y tomar las decisiones fundamentales en solitario; anteponer programa a sillones y pedirse tres o cuatro antes de negociar, y así sucesivamente; rosas frescas y toallas blancas en el camerino.
Pablo Iglesias es el único líder que hoy puede tirarse del escenario y ser recogido por su público sin importar cuánto pese. El único que, con la sorpassokización por delante, puede proponer un pacto que a él le “destruiría” y que para su presidente “sería terrible”; proponer un pacto, desde una posición inferior, mientras anuncia ministros, inventa carteras, trata con condescendencia al otro y lo lleva a collejitas a La Moncloa. Con ese panorama no es extraño que Rajoy haya decidido apartarse: se apartaría el mismísimo Rambo. Eso no va a ser una negociación. Va a ser una carnicería.
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Nada explica mejor el paso dado ayer por Podemos que el deseo de terminar con un PSOE muy debilitado y con un líder sin margen de maniobra debido a sus pésimos resultados electorales (José Ignacio Torreblanca)
Para entender la motivación del sorpresivo anuncio realizado ayer por Pablo Iglesias, que deja fuera de juego a Pedro Sánchez, basta recuperar la entrevista concedida por Iglesias a la revista New Left Review en mayo del año pasado.
Preguntado sobre el PSOE, Iglesias explica a su interlocutor que dicho partido tiene dentro de sí dos corrientes diferenciadas: una primera, que denomina como de “régimen”, cuya prioridad es detener a Podemos, para lo que estaría dispuesto a gobernar en gran coalición con el PP y Ciudadanos; y una segunda, partidista y más de izquierdas que, consciente de que una gran coalición significaría la implosión del partido, concedería a Podemos el espacio y la legitimidad en el que crecer políticamente.
A este análisis, sin duda certero a la vista de lo ocurrido, Iglesias sumaba una inquietante respuesta sobre el papel que él veía que Podemos debía jugar frente a esas divisiones internas. “Podemos”, anunciaba Iglesias, “explotaría las contradicciones del PSOE”.
Nada explica mejor el paso dado ayer por Podemos que el deseo de terminar con un PSOE muy debilitado y con un líder sin margen de maniobra debido a sus pésimos resultados electorales. Para que España fuera como Portugal, el PSOE debería triplicar en tamaño a Podemos, estar cohesionado internamente y mostrar estabilidad en las perspectivas electorales. Pero el PSOE tiene demasiados pocos votos para cabalgar sobre un Podemos ensoberbecido, está dividido internamente y sus perspectivas electorales son malas.
Consciente de ello, Iglesias y los suyos han tirado del guión de su serie favorita,Juego de Tronos, y han empujado al PSOE y a Sánchez al precipicio. Porque el anuncio de Iglesias y su humillante escenificación (sin comunicarse previamente con el PSOE) están maquiavélicamente diseñados para lograr el efecto contrario al anunciado: hacer imposible un gobierno PSOE-Podemos.
El objetivo de Podemos no es gobernar con el PSOE, como en Portugal, sino destruirlo y reemplazarlo, como Syriza hizo con el PASOK. Sánchez debería pues olvidarse de Lisboa y a cambio mirar a Atenas. Rajoy, oliendo la sangre, ha decidido dejar pasar al gladiador Sánchez, que se apresta a batirse ¿consciente? de que su única victoria posible es ser derrotado con honor.