terça-feira, 19 de janeiro de 2016

EL VENTANO - 19 DE JANEIRO DE 2016

Podemos pide revisar los privilegios de los exdiputados y expresidentes del Congreso

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Podemos quiere que se revisen los “privilegios” de los que se benefician los expresidentes del Congreso y los diputados que dejan sus cargos para, en su caso, solicitar que la Mesa de la Cámara promueva su eliminación. Un centenar de exparlamentarios sigue cobrando pensión del Congreso, y unos 50 perciben un complemento. El último presidente de la Cámara baja, Jesús Posada, tiene derecho a percibir por este concepto más de 307.000 euros.
Los expresidentes de la institución tienen a su disposición por motivos de seguridad un coche con chófer y un escolta durante los cuatro años posteriores al ejercicio del cargo y, además, si no lo compatibilizan con otro sueldo, durante dos años pueden cobrar una indemnización de cesantía que asciende al 80% de su sueldo.
Por ejemplo, Jesús Posada, quien presidió el Congreso en la anterior legislatura, tiene derecho a percibir por este concepto un total de 307.200 euros aproximadamente, aunque, dado que sigue siendo diputado, en su caso tiene que elegir si cobrará como parlamentario o como expresidente.
Podemos también quiere conocer en detalle qué otro tipo de indemnizaciones perciben los diputados que dejan de serlo para, si lo consideran pertinente, solicitar modificaciones en ese régimen que viene aplicándose hasta ahora.
Por ejemplo: los diputados que dejan sus escaños cuando finaliza la legislatura tienen derecho a la denominada indemnización de transición, que equivale a dos meses del sueldo que venían cobrando (tanto la asignación constitucional como los complementos que les correspondieran) y se abona en un solo pago.
Los diputados que cesan en sus cargos por la disolución de las Cortes, repiten en las listas pero no consiguen renovar sus escaños pueden solicitar una indemnización por cese que les permitirá cobrar durante dos años su asignación constitucional, pero no los complementos por sus respectivos cargos parlamentarios.
Además, todavía hay un centenar de exdiputados que sigue cobrando las pensiones parlamentarias que se suprimieron hace unos años para los nuevos diputados pero que han continuado percibiendo los que lo hacían hasta ese momento. También hay medio centenar de diputados que perciben un complemento de pensión que les paga el Congreso para que puedan percibir la pensión máxima. Hace dos legislaturas la Cámara eliminó esa ayuda, pero los que venían recibiéndola hasta entonces lo han seguido haciendo.
En el régimen de protección social de sus señorías se incluye, asimismo, una ayuda para los cónyuges (las que la cobran en la actualidad son unas 60 viudas) o huérfanos de los diputados que, a su fallecimiento, queden en una situación económica complicada. Esta ayuda hay que solicitarla expresamente y, si se concede, se revisa de forma anual.

EL VENTANO - 19 DE JANEIRO DE 2016


Vida, propaganda y perplejidad para recuperar el poder de la política


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Los políticos hablan de seguridad y miedo. Los poderes económicos, de estabilidad y seguridad jurídica. Son las verdades que determinan la hegemonía. Recuperar la política empieza por cuestionarlas y desmontar la interpretación hegemónica de la realidad (Josep Ramoneda)

El buen político es el que sabe transitar por la realidad generando espacios de progreso. Pero no siempre es fácil ponerse de acuerdo sobre qué es el progreso. Si repasamos el discurso de los principales partidos y actores sociales todo gira en torno al crecimiento. Pese a las dudas sobre la capacidad de crecer de las economías europeas, derecha e izquierda siguen repitiendo el mismo cuento de la lechera: si conseguimos un mayor crecimiento, se recuperará el empleo, mejorará el consumo y volveremos al círculo virtuoso. Un mito que nadie osa cuestionar, fruto de una hegemonía en que el ciudadano ha sido reducido a estricto sujeto económico.
En la sesión inaugural de la nueva legislatura del Congreso de los Diputados, se produjo un cierto revuelo porque los representantes de Podemos convirtieron el acontecimiento en un espectáculo comunicacional. Al día siguiente todas las portadas fueron suyas. De cultura republicana francesa, siempre he sentido cierta fascinación por las formas y rituales del poder. De modo que no me costaría encontrar razones para criticar el número que Podemos montó en el momento de jurar los cargos y con la presencia del hijo de Bescansa en el hemiciclo. Pero prefiero quedarme con tres cosas que van más allá de lo anecdótico: la vida, la propaganda, y la perplejidad.
La vida. No hace falta ser antropólogo para entender que una madre amamantando a su hijo es el más poderoso icono del poder de la mujer. No se necesita ser nietzscheano para saber que la vida es nuestro modo de estar en el mundo. Colocar tan poderosa imagen de la vida, generalmente reservada a la intimidad del hogar, en el lugar de la acción política democrática, el Parlamento, no deja de ser una señal de que otra idea de progreso es posible. Progresar es ampliar las posibilidades de realización vital de los ciudadanos. Y eso empieza por repensar la relación entre vida y trabajo.
La propaganda. Vivimos en una sociedad en que la capacidad normativa emana del consumo. Y así hemos visto cómo la competición política se realiza cada vez más conforme a los modelos publicitarios de la cultura de mercado. Se vende al candidato, al partido, al programa como una mercancía más. Podemos introdujo en el Parlamento una figura antigua, anterior a la apoteosis del mercado: la propaganda. La ideología se ha hecho marca como el producto. Lo que permite imponer una manera determinada de entender y organizar el mundo sin que el ciudadano tenga plena conciencia de lo que significa y las consecuencias que puede tener sobre su vida. Recuperando la propaganda, Podemos invita a volver al debate ideológico: a la confrontación de ideas, es decir, los modos de interpretar la realidad.
La perplejidad. Las caras de desconcierto de los diputados de los grandes partidos eran expresivas: esto se mueve y nos pilla descolocados. Hay una fractura creciente en los intereses y en los modos y maneras de hacer de los ciudadanos, que pasa por la barrera de los 45 años. Los dos grandes partidos llevan demasiado tiempo gobernando para la gente mayor, que es la que les salva a la hora del voto.
La pugna por imponer una determinada lectura de la realidad es lo que, por lo menos desde Gramsci, se llama lucha por la hegemonía. De ahí la importancia del espacio comunicacional, que es el lugar en que se configuran las formas de interpretación de la realidad y la capacidad para determinar los comportamientos sociales. En las últimas décadas la política, a remolque del dinero, ha perdido incidencia en la interpretación de la realidad y sobre todo poder normativo, que está en manos de los mercados. A estas alturas todo el mundo se da cuenta de su impotencia, que los mismos gobernantes confiesan cuando se escudan en la idea de que no hay alternativa. Desmontar la interpretación hegemónica de la realidad es el primer paso para que la política recupere el poder perdido. La alternativa es resignarse a un estricto papel de guardianes del orden. Los políticos hablan de seguridad y miedo, los poderes económicos, de estabilidad y seguridad jurídica. Son las verdades que determinan la hegemonía. Recuperar la política empieza por cuestionarlas.

PRINCIPE TITO BLOG - 19 DE JANEIRO DE 2016

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Posted: 18 Jan 2016 02:00 PM PST

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Posted: 18 Jan 2016 01:30 AM PST

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António Fonseca
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