Ilustración, Pejac
Tenemos que regalarnos más libertad, más democracia. Porque a la democracia española le ocurre lo que describía Kafka: que cuando aparece un ave nueva, diferente, las jaulas corren en su búsqueda. Tenemos que regalarnos verdad. La necesitamos como el aire (Manuel Rivas)
Hemos vivido una larga temporada en que la hipocresía ha sido de muy mala calidad. La alternativa no consiste en mejorar la calidad de la hipocresía. Frente a esa pandemia que afecta al lenguaje, a los medios y a los modos, Bertolt Brecht recomendaba un remedio mucho mejor: decir la verdad.
Ese sería un buen regalo de Reyes para España, si se cumple el propósito de que lo nuevo sustituya a lo viejo. Antonio Gramsci describió así ese proceso de transformación: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Gramsci, que tuvo la lucidez de tejer marxismo crítico y librepensamiento, escribía desde prisión, encarcelado por Mussolini, y de donde salió para morir. Muchas de sus ideas e intuiciones son regalos para la humanidad, vibrantes como herramientas vivas. Ahora y aquí, por ejemplo, ese aviso del peligro de que surjan monstruos en el tránsito entre lo nuevo y lo viejo.
Cómo evitarlo: acabar con la sensación de una democracia limitada, con propietarios que parcelan la libertad a conveniencia y que se pertrechan en una concepción única de España, donde la Constitución es tratada como una propiedad sagrada y cautiva. Cambiar eso significa renovar la confianza básica, sin que la España emergente, y que disiente con el estado de cosas, se sienta acorralada en la dialéctica amigo/enemigo, o español/antiespañol, esa subpolítica en la que se siente tan cómoda la vieja hipocresía de mala calidad.
Las nuevas especies emergentes ya han transformado, con su existencia, el ecosistema político en un sentido positivo: el bipartidismo, al estilo de la antigua alternancia de la Restauración, era una bioperversidad política. Lo que ahora tenemos es una biodiversidad. Hay que enriquecer ese medio ambiente con el oxígeno de la verdad. Es una mentira empeñarse en asociar la diversidad, los pactos, los Gobiernos plurales, con una inestabilidad que haría España ingobernable. Otra vez la hipocresía de muy baja calidad. Otra vez la idea del poder como una propiedad privatizada que solo se comparte a regañadientes cuando no hay más remedio. En el subconsciente, esa nostalgia del imperio de lo único. Por el contrario, la gobernanza basada en la pluralidad no solo es más integradora, sino que puede ser mucho más fértil y versátil ante los nuevos retos.
La saludable alternativa de la verdad frente a la hipocresía de baja calidad también consiste en discernir lo que hay de nuevo y de viejo en lo que se presenta como nuevo, e incluso en detectar la falsedad de algunas convenciones establecidas. Hemos oído en la campaña algunas propuestas viejas, retrógradas e incluso alguna hipocresía de mala calidad en boca de presuntos políticos “nuevos”.
Un amigo poeta, Abeleira, traductor de Sylvia Plath y André Breton, entre otros, está enviando estos días paquetes de Libertad. Una caja con arcanos que contienen las estrofas del célebre poema de Paul Eluard, titulado Liberté, del que un aeroplano lanzó miles de copias sobre la Francia ocupada en 1942. Es uno de esos regalos para la humanidad que nunca se hace viejo.
Y gracias al poder de una palabra, / recomienzo mi vida, / he nacido para conocerte, / para nombrarte: Libertad
Tenemos que regalarnos más libertad, más democracia. Porque a la democracia española le ocurre lo que describía Kafka, que cuando aparece un ave nueva, diferente, las jaulas corren en su búsqueda. Después de las últimas elecciones generales deberíamos poner fin a los tabúes que tienen forma de jaula. Hay unos cuantos, pero uno de ellos afecta especialmente al periodismo.
Esa España más justa, más democrática, más culta, más respetuosa con la diversidad, que queremos regalarnos necesita de un gran acuerdo para renovarse como un ecosistema educativo y cultural, un país en red de talleres y laboratorios creativos en incesante convulsión. El pasado régimen de Hipocresía de Baja Calidad ha tenido el efecto de una descarga continua de emisiones de origen fósil. Pero antes que nada creo que necesitamos una revolución mediática. La hipocresía de baja calidad se ha cebado en la comunicación. Ahora que tenemos algo de perspectiva, causa estupor y vergüenza el bajo nivel de las encuestas de opinión. Por un mínimo respeto a una profesión tan respetable, e imprescindible, hay que superar la hostilidad sectaria que solo lleva a azuzar los “monstruos” que surgen en el claroscuro.
Tenemos que regalarnos verdad. La necesitamos como el aire, el agua y el pan. Regalarnos libertad y verdad: medios privados que mantengan sus posiciones, pero sin intoxicarnos con emisiones fósiles; medios públicos que nunca más vuelvan a ser propiedad privada de una facción.
Adiós a la Hipocresía de Baja Calidad. Eso ya sería una revolución positiva. Un magnífico regalo para este año que sí parece Nuevo.