Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler
Aquí, quién más quién menos, aspiramos a vivir jóvenes, tersos y empalmados como menhires con nosotros mismos hasta que el cáncer, o el ictus, o cualquier otro mal menos rentable de investigar y vender nos mate bien muertos (Luz Sánchez-Mellado)
No tengo pene, al menos que yo sepa y hasta el cierre de estas líneas. No puedo sentir por tanto la frustración que debe de suponer para los dotados de tal miembro el hecho de querer y no poder erigirlo en tiempo y forma idóneos para llevar a cabo los menesteres que consideren oportunos. Sí tengo, no obstante, muchísimas más arrugas, manchas y desconchones en el pellejo de los que soy consciente. De ahí los sustos de muerte que me llevo cuando me levanto a orinar de madrugada y le atisbo la jeta medio a oscuras al vejestorio del espejo.
Quiero decir con todo esto que, sin ser psicóloga ni sexóloga ni coach ni ninguna eminencia en ninguna materia, puedo comprender el puñal que le clava a la autoestima del ser humano cualquier impotencia. La de no poder cumplir expectativas propias o ajenas y la de no poder parar el tiempo, por ejemplo.
Hace semanas que circula por Twitter un chiste, un meme, en el que se ve a la penúltima pareja de moda: ella, sesentona; él, octogenario, como imagen de una supuesta alianza entre viagra y bótox. Una broma de pésimo gusto, pensaba la que firma, analfabeta perdida en economía, al ver tanto el titular como la foto. Pero resulta que no. Que sí, vamos. Que Pfizer y Allergan, respectivos fabricantes del vasodilatador peneano y la toxina antiarrugas, se han fusionado dando lugar a la primera firma farmacéutica del globo. Un negocio megamillonario y subiendo. Poco me parece.
Lo de en paz con nosotros mismos y con el prójimo es secundario. Aquí, quién más quién menos, aspiramos a vivir jóvenes, tersos y empalmados como menhires con nosotros mismos hasta que el cáncer, o el ictus, o cualquier otro mal menos rentable de investigar y vender nos mate bien muertos. Lo de Allergan y Pfizer tenía que ir en las páginas de cultura. Es el poema del tercer milenio. Lo digo yo, que soy puro público objetivo.