La efímera vida de la mercadotecnia electoral, salvo excepciones
En general, los efectos de la mercadotecnia resultan efímeros, casi huidizos. No se atrapan. Incluso la cartelería con que la noche del jueves empezaron a empapelarse nuestras calles se volverá enseguida invisible al ojo humano (Juan Talión)
El merchandising electoral empezó a llegar a las agrupaciones locales hace días. Cada bolígrafo, caramelo, cartel o folleto que se repartirá es más que un objeto; en el fondo, quiere ser un recuerdo. Si lo consigue, la mercadotecnia habrá triunfado. En la sede provincial del PP no olvidan que en los bolsillos de muchos fumadores de Ourense se jugó en su día una campaña electoral soterrada, larguísima. En algunos casos se prolongaría años, hasta que se le agotó el gas a unos célebres mecheros que incorporaban la leyenda “Vota PP” y que los voluntarios y cargos del partido regalaban por la calle.
Aquellos encendedores hicieron fortuna. Estaban en campaña cuando ni siquiera había elecciones. En cierto sentido, fueron un símbolo del ‘baltarismo’. “Algunos duraron más que el propio José Luis Baltar, expresidente de la Diputación Provincial de Orense y exsenador popular. Llegaron a tantos hogares y bolsillos que también los usaban los votantes que no apoyaban al PP, como si fumar o cocinar fuese algo más importante que simpatizar con unas siglas. No se puede aspirar a más cuando eres un objeto publicitario.
Rara vez un reclamo electoral genera un impacto tan duradero. “Cuando se consigue, constituye un éxito”, sostiene José Rúas, profesor de Comunicación Política de la Universidad de Vigo y autor de Manual del candidato electoral. “Ese mechero parece una anécdota, pero una anécdota sostenida en el tiempo representa un triunfo político, pues sirve para activar el recuerdo, algo que en la era de la pop política es muy difícil”.
En general, los efectos de la mercadotecnia resultan efímeros, casi huidizos. No se atrapan. Incluso la cartelería con que la noche del jueves empezaron a empapelarse nuestras calles se volverá enseguida invisible al ojo humano, y los eslóganes de unos partidos se confundirán a no tardar con los lemas de sus contrincantes y con otros lemas ya empleados en elecciones pasadas.
Es difícil que un eslogan resista el paso del tiempo. De vez en cuando uno se aferra a la memoria, como aquel ‘Anque chova, vota’ (Aunque llueva, vota), con el que la Xunta llamó a refrendar en octubre de 1980 el Estatuto de Autonomía de Galicia. En ocasiones, sin embargo, se produce un milagro. En el PSOE ourensano evocan como un pequeño hito un inesperado eslogan que alcanzó gran popularidad en 2011. Las elecciones municipales estaban a la vuelta de la esquina y el candidato del PP, Rosendo Fernández, se proponía desbancar al alcalde socialista, Francisco Rodríguez.
Pero entonces, cierta mañana funesta para sus intereses, apareció una pintada imprevista en la calle del Paseo, transitada cada día por miles de peatones. “No votes a Rosendo, que es gerundio”, rezaba. Pronto saltó a otras calles y plazas, incluso a las puertas de los baños de algunos locales de copas. La frase, que se mantuvo en las fachadas varios años antes de que el Ayuntamiento se decidiese a borrarla, hizo tanta fortuna como los mecheros del PP. Y persiguió durante mucho tiempo a Rosendo Fernández, que, entre otras cosas, fracasó en su intento de llegar a alcalde y se quedó en vicepresidente de la Diputación.