Ante la Cumbre del Clima de París de estos días, me pregunto yo: ¿Qué dirá el planeta de ese peligro que le acecha, mientras sigue girando impasible un poco más caliente cada década? “¿En peligro yo?”, pensará. “En peligro ustedes, en todo caso…” (Pedro Arrojo)
Hasta hace no mucho, cualquiera de mis conferencias sobre el cambio climático o la crisis global del agua me garantizaba la etiqueta de profesor radical antisistema y enemigo del progreso. Aún recuerdo las votaciones en el proceso de aprobación del Plan Hidrológico del Ebro en el Consejo de la Cuenca, del que formaba parte, y en las que perdí todas mis enmiendas, bastantes decenas, por unos ochenta y tantos votos contra tres.
Pero sobre todo recuerdo una de ellas, que había redactado con sumo cuidado para, por lo menos, ganar una votación. Planteaba con cuidada moderación la conveniencia de prever el impacto sobre los caudales fluviales que podría tener el cambio climático en curso. “Una nueva enmienda del Sr. Arrojo. Esta vez sobre el cambio climático”, dijo el presidente. “Votos a favor de que hay cambio climático en la Cuenca del Ebro”: Se levantaron tres manos. “Votos en contra…”. Y quedó decidido, creo que por ochenta y seis votos contra tres, que no había cambio climático en la Cuenca del Ebro.
Desgraciadamente quienes desde la comunidad científica y desde el movimiento ecologista hemos venido avisando sobre estos problemas hemos acabado teniendo más razón de la que jamás hubiéramos querido tener. Hablar hoy del cambio climático ya no es intelectualmente arriesgado; forma parte del discurso ‘políticamente correcto’ y casi nadie duda de su ‘evidencia científica’.
Por ello, estos próximos días veremos desfilar por la Cumbre del Clima de Paris (COB-21) a las élites políticas y económicas del mundo para escenificar un acto más de esta tragedia global anunciada. Les oiremos argumentar sobre la prioridad de relanzar el desarrollo para salir de la crisis, aunque sin olvidar, claro está, el peligro que se cierne sobre el planeta. Y me pregunto yo: ¿Qué dirá el planeta de ese peligro que le acecha, mientras sigue girando impasible, un poco más caliente cada década? “¿En peligro yo?, pensará. “En peligro ustedes, en todo caso…”.
Pero lo más indignante de esta tragedia global está, una vez más, en la desmesurada injusticia que se impone, como algo inevitable, a la hora de repartir responsabilidades y penalidades previsibles. Los más ricos y poderosos, responsables en una proporción abrumadora del desastre, hablarán una vez más de “adaptación” a lo inevitable, contando para ello con miles de millones de dólares y euros en nuestros países, por muy en crisis que estemos, mientras los que poco o nada tuvieron que ver en las causas del problema seguirán engrosando las estadísticas de la ‘vulnerabilidad’.
Nos apiadaremos por unos días de esos ‘vulnerables’, para transformarlos, en poco tiempo y en el mejor de los casos, en frías estadísticas; cuando no en hordas indeseables que intentan invadir nuestra civilizada y democrática Europa, arriesgando incluso, de forma absurda, sus vidas y la de sus familias.
Vivimos tiempos de creciente dolor para las mayorías empobrecidas, frente a la indecente opulencia de las minorías privilegiadas. Pues bien, en este contexto, el cambio climático no acabará con el planeta, pero con toda seguridad incrementará y acelerará esta desgarradora injusticia global. Que la creciente injusticia acabará en rebeldía, es una profecía fácil. Aún estamos a tiempo de que esa rebeldía se transforme en explosión democrática y no en violencia.
Pedro Arrojo, profesor emérito de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza. Candidato de Podemos al Congreso por Zaragoza.